“Donde mueren los sueños”: colombiano crea el cementerio de migrantes más grande en el mundo

Tucson, Arizona,  1 julio. ( Notistarz/AMEXI).- Mil 700 cruces multicolores de madera, con incrustaciones de latas de sardina, de escapularios, de estampillas religiosas que portaban ese mismo número de migrantes mexicanos, centroamericanos, caribeños, pero también africanos; lo mismo jóvenes, mujeres y niños que murieron en los desiertos, cañadas, ríos o por caídas en el muro fronterizo.

Es el panteón de migrantes más grande del mundo y lo creó Álvaro Enciso, artista colombiano que emigró a Estados Unidos y quien en los últimos años ha colocado más de mil 700 cruces en el desierto de Sonora-Arizona, Texas, Nuevo México y California, para recordar a los más de 5 mil mexicanos, centroamericanos, sudamericanos o personas de cualquier país que fallecieron en busca del mal llamado “sueño americano”.

“Donde mueren los sueños” es el título de su obra inacabada, porque diariamente cientos de migrantes cruzan este embudo de la muerte llamado desierto y muchos terminan perdidos, deshidratados, mordidos por serpientes y sus restos están extraviados en un territorio de más de cientos de miles de kilómetros cuadrados.

Las historias, tragedias, se repiten. Lo mismo un migrante oaxaqueño engañado y abandonado por un coyote, que un salvadoreño que se perdió en el desierto y falleció, que un michoacano que huyó de la violencia en Tierra Caliente y nunca se encontraron sus restos luego de cruzar la frontera.

Cruces sin nombre

En entrevista con AMEXI, Álvaro Enciso dijo que “estas mil 700 cruces han sido colocadas en lugares donde se encontraron los restos de algún migrante, la mayoría aún no son identificados, pero sabemos que fallecieron por deshidratación, por quedarse sin agua, por hipotermia, mordidos por una serpiente, ahogados en un río, por caer de una ladera o del muro fronterizo”.

Señaló que la mayoría de las cruces, que él y su equipo de colaboradores diseñan una a una, no tiene nombre ni apellido, porque los restos óseos encontrados no permiten más que saber que era hombre, mujer, niño, edad aproximada. Sólo algunos, con pruebas de ADN, logran identificarse.

Dijo que en los últimos años ha cambiado el perfil de las personas cuyos restos se encuentran en el desierto. Antes eran casi todos mexicanos, sobre todo en la última década personas que huyen de la violencia de los cárteles, pero ahora también son migrantes guatemaltecos, colombianos, venezolanos brasileños, árabes, haitianos, africanos y chinos.

“Lo evidente es que han aumentado las muertes en la frontera. Están emigrando más mujeres con dos o tres hijos, pero también niños solos que son entregados a coyotes y que desafortunadamente muchas veces son abandonados y mueren. Muchos jóvenes de entre 20 y 30 años”, dijo el profesor universitario retirado.

Las historias se repiten

Narró una historia de esas mil 700 cruces que ha colocado: La semana pasada coloque una cruz en un lugar llamado El Vado, Texas. “Ahí pasa el río Bravo y encontraron en la orilla el cuerpo de una niña de entre 15 y 16 años que creen que era mexicana porque tenía en sus bolsillos dinero de México”.

“Ya estaba 25 millas adentro de Estados Unidos y tal vez, al tratar de esconderse, se resbaló y cayó al río o los coyotes la abandonaron. Esas son las historias, las tragedias que hay detrás de estas cruces que colocamos, para que por lo menos tengamos un recuerdo de lo que está ocurriendo con los migrantes”, apuntó.

Álvaro Enciso, junto con un equipo de colaboradores voluntarios, recorre un día a la semana este hermoso pero letal desierto para colocar las cruces de madera en los sitios donde se han encontrado restos de los migrantes. Las elabora de madera y las pinta de colores llamativos, además, las decora con restos de latas que dejan los migrantes en su trayecto.

Las cruces son todas del mismo tamaño, pero de diferentes colores llamativos, lo mismo amarillas que anaranjadas, moradas, rosas, azules. Su labor se realiza con dinero de su bolsillo, sólo algunas personas le donan pintura que les sobra. También son adornadas con las latas de frijoles, de atún, de sardinas, de todo lo que los migrantes dejan tirados en las veredas y senderos del desierto. “Son parte de la historia de los que fallecieron, por eso las rescato y las coloco en las cruces”.

Where Dreams Die o Donde mueren los sueños” es un homenaje o recuerdo a los héroes que dejaron patria, familia, tradiciones y que buscaron el mal llamado sueño americano que muchas veces termina trágicamente. “Es una tragedia no sólo para el migrante que falleció en el desierto, sino para la esposa, los hijos, los padres, los hermanos que dejó en México o en Centroamérica o a una familia que se quedó esperándolo en Estados Unidos”, apuntó el artista colombiano.

El hallazgo de restos

Dijo que cuando se encuentra un cadáver en el desierto o restos óseos, lo primero que se hace es llamar a la policía o al sheriff para recoger los restos. Ellos se encargan de poner una marca de GPS y llevan los restos al Forense de Pima, donde empieza el proceso de identificación.

Comentó que en el momento en que un cuerpo es identificado se contacta a la familia y los restos son repatriados al país de origen. “Ahí es cuando yo utilizó las coordenadas del GPS y junto con mi quipo las ubicamos en el desierto y colocamos una cruz. Ya llevamos más de mil 700, pero creo que nunca voy a terminar esta labor, se calcula que han fallecido en esta área más de 5 mil y diariamente mueren más”.

“El desierto está lleno de huesos, de cadáveres de migrantes y ahora se está llenando de las cruces que yo pongo. Son muertes que pasan desapercibidas y lo que yo trato con mis cruces es darles presencia a esas víctimas, porque tienen un nombre, una historia, una familia y en un momento tuvieron planes y sueños y vinieron a Estados Unidos a mejorar sus vidas. Eso no es un crimen, sino un deseo de todo ser humano”, puntualizó.