POLVO DE ESTRELLAS MÁS JUANGA SAUL RAMOS

¿Será que todos queremos conocer la vida de los demás?

Ahora se han puesto de moda revivir a los muertos o darle más fama a través de series-documentales como ha ocurrido con Vicente Fernández, Luis Miguel, Julio César Chávez o varios más, incluida la reciente sobre la vida de Paco Stanley.

Lo que llama la atención es que ahora será Netflix la que producirá en parte de México y de Estados Unidos un documental sobre Juan Gabriel. La propia compañía reveló que llegó a un acuerdo con Iván Aguilera, uno de sus hijos y administrador del patrimonio del divo de México, amado por miles de personas.

Uno de los argumentos del hijo de “Juanga” es que Netflix se ha destacado por esforzarse por ser lo más fidedigna posible y desde hacía bastante tiempo tenía deseos de “Llevar la historia real de mi padre a la pantalla, proyecto que queríamos lanzar desde hace tiempo. Estamos seguros de que con este equipo que hemos construido, podemos trabajar en estrecha colaboración para dar vida a su verdadera historia”, agregó.

Se dice que el documental incluirá la vida completa del cantante y compositor mexicano, desde sus inicios en Michoacán, México, su paso por Ciudad Juárez y su muerte en California hace ya siete años.

La historia de Juan Gabriel, como lo ha sido de los artistas a los que se les ha dedicado una teleserie ha provocado desde ya gran interés porque según se dice hay infinidad de cosas importantes en la vida de “Juanga” que no han sido dadas a conocer, especialmente su infancia y adolescencia que marcó su vida como cantante y compositor.

Sin embargo, debido a que las ultimas series lanzadas no han tenido el impacto que se esperaba, especialmente la de “Chente” y la de Stanley, hay un poco de preocupación por darle un toque de atracción entre la gente, aunque hay que reconocer que todo lo que tenga el nombre de Juan Gabriel es garantía de éxito, ¿No le parece?

DOMINIO DE PANTALLAS

«Si todos mis amigos lo dejaran, yo también lo haría». 

Carla no se refería al alcohol o a una droga. Ella estaba hablando de Instagram. Estoy segura de que más de una vez has pensado lo mismo. 

El pasado 15 de mayo, Sapien Labs —un grupo de investigación en Estados Unidos— publicó un reporte titulado Resultados sobre edad cuando se adquirió el primer smartphone y bienestar mental. El estudio contó con casi 28 000 participantes de unos cuarenta y un países de América del Norte, Europa, América Latina, Oceanía, Asia Meridional y África. La muestra incluyó hombres y mujeres de entre dieciocho y veinticuatro años; los datos se recopilaron entre enero y abril de 2023. El propósito del análisis fue revelar la relación entre la edad en la que los participantes tuvieron su primer smartphone o tableta con acceso a Internet y su bienestar mental. 

¿Quiénes gozaban de un mejor cociente de salud mental? ¿Aquellos que habían recibido un dispositivo móvil a los seis, diez o dieciocho años? La respuesta fue clara: entre más tarde adquirieron el móvil o tablet, mejor. El promedio de bienestar mental entre los participantes cayó de manera dramática cuantos más jóvenes tuvieron acceso a los dispositivos móviles. La tendencia es más pronunciada en las mujeres, pero afecta a ambos sexos.

Si has pasado más de unas semanas en Internet, los resultados de este estudio no deberían sorprenderte. La mayoría de nosotros estamos bien familiarizados con la profunda insatisfacción al terminar una sesión de tres horas “stalkeando” perfiles ajenos o consumiendo incontables videos de treinta segundos que ya no podemos recordar. En el momento es entretenido y nos ayuda a distraernos, pero cuando apagamos la pantalla nos damos cuenta de que la dura realidad sigue ahí. Las opciones son enfrentarla o volver a navegar. Usualmente elegimos lo segundo. 

Sabemos que no nos hace bien. Sabemos que nos distrae de nuestros estudios y nos lleva a hacer las cosas a medias. Sabemos que nos lleva a compararnos una y otra vez con aquellos que tienen más que nosotros. Sabemos que nos roba el sueño. Sabemos que nos llena la cabeza de rumores insípidos. Sabemos que hace que las horas se pasen volando en absolutamente nada. Sabemos que deseamos más de lo que un rectángulo brillante nos puede ofrecer, pero volvemos a él una y otra vez. ¿Por qué?

Porque nos hemos dejado dominar.

¿Qué vas a hacer al respecto?

No es extraño descubrir que algo que sabemos que nos hace mal a corto plazo también nos haga mal a mediano o largo plazo. Mi mente no se siente bien después de haber pasado toda la tarde pegada a la pantalla; no es una locura sospechar que mi bienestar mental estará por los suelos después de uno, cinco o diez años de lo mismo. Lo extraño es que no hagamos nada al respecto.

Imagina que descubriéramos que los tomates están relacionados con este grado de declive de bienestar mental en las personas. Seguramente el mercado tomatero entraría en crisis. Por supuesto, exigiríamos ver más estudios para asegurarnos de que el problema observado en el estudio fuera real. Claro, habría foodies atrevidos que se arriesgarían a seguirlos consumiendo porque el sabor fresco de un buen tomate vale la pena. Pero sería sensato que la mayoría de nosotros marcáramos distancia. Al menos hasta tener más información y asegurarnos de que todo está bien.

Pocos estarían dispuestos a hacer esto cuando se trata de las pantallas. Las pantallas nos tienen demasiado hipnotizados como para permitir que nos demos cuenta de que son un problema. Están diseñadas para atraernos continuamente a la distracción, haciendo que olvidemos incluso que ayer nos sentimos terrible después de usarlas tanto. Nos refugiamos en el «todas las cosas me son lícitas», en lugar de afirmar con convicción «yo no me dejaré dominar por ninguna» (1 Co 6:12).

Joven, si eres parte de la Generación Z, seguramente has participado (involuntariamente) en un enorme cuasi experimento. Eres de las primeras personas en la historia de la humanidad que cursaron su adolescencia con acceso a Internet veinticuatro horas al día, siete días a la semana. Los resultados de este ensayo impulsado por las empresas de tecnología están cada vez más claros: tu mente está en peligro. 

No tengas en poco tu juventud

Las palabras de Pablo a Timoteo se utilizan una y otra vez para exhortarnos: «No permitas que nadie menosprecie tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, fe y pureza» (1 Ti 4:12). Me pregunto si nos hemos dado cuenta de que ese nadie incluye también a nosotros mismos.

¿No es menospreciar tu juventud el desperdiciarla delante de una pantalla, echando a perder tu mente cuando sabes que Dios te ha llamado a usarla para Su gloria? ¿No es menospreciar tu juventud pasar los días en un mundo virtual en lugar de equipándote para ser ejemplo en el mundo real, poniendo en práctica las enseñanzas de Jesús?

Quizá lo has entendido. Tal vez te has dado cuenta de que te has dejado dominar por esos aparatos diseñados para capturar tu atención. Sabes que hay cosas mejores y quieres invertir tu tiempo en ellas. Quieres que tu mente florezca; no quieres vivir deprimido. Estás cansado de pasar la mitad de tu día viendo basura en Internet y la otra mitad pensando en que ya casi es tiempo de ver más basura en Internet. Pero no puedes evitarlo. No puedes detenerte.

¿O sí?

La verdad es que salir del hechizo de la pantalla no será fácil. Con cada click y cada swipe, con cada video y cada «me gusta», has entrenado tu cerebro a buscar lo que los dispositivos móviles ofrecen. Las aplicaciones que nos tienen tan entretenidos están cuidadosamente diseñadas para atrapar nuestra atención; nos han condicionado a refugiarnos en ellas cada vez que la vida se pone difícil o aburrida. Así que no te sorprendas de que mantenerte lejos de la pantalla sea duro. 

A pesar de toda la dificultad, si estás en Cristo, tienes lo que necesitas para perseverar. No necesitas ser esclavo de absolutamente nada, porque Jesús ya te ha hecho libre. Es hora de empezar a vivir como lo que somos. Es hora de llenarnos de la Palabra, orar por sabiduría para andar en la voluntad de Dios, rodearnos de la iglesia para compartir nuestras luchas y correr la carrera de la fe con los ojos puestos en Jesús.

Para hacer todo esto, sin embargo, debemos empezar por arrancar lo que nos es ocasión de caer (Mt 5:29). Déjame decir algo un poco radical para esta época: no necesitas teléfono, tablet, cuentas en redes sociales ni videojuegos portátiles. Si te has dado cuenta de que te hacen daño, tienes que hacer algo al respecto. Por supuesto, hay muchas cosas divertidas e incluso útiles que puedes encontrar en este tipo de tecnologías. La pregunta es: ¿vale la pena? ¿No estás perdiendo mucho más de lo que estás ganando? ¿No será suficiente usar la computadora de la familia de vez en cuando y luego disfrutar de vivir libre de la esclavitud a las pantallas?

Seamos honestos: es poco probable que la mayoría de tus compañeros del colegio o la universidad abandonen la vida atrapada en el mundo virtual. Sería genial si puedes reunirte con dos o tres amigos que también amen a Dios y resuelvan acompañarse en la lucha contra el hipnotismo digital. Sin embargo, si (como Carla) estás esperando a que otros cambien para vivir en obediencia y gozo, te quedarás esperando un largo rato. Pero no tienes que esperar más. Puedes empezar a ser libre hoy.

Tomado de Coalición por el Evangelio. Ana Ávila es escritora senior en Coalición por el Evangelio, Química Bióloga Clínica, y parte de Iglesia El Redil. Es autora de «Aprovecha bien el tiempo: Una guía práctica para honrar a Dios con tu día». 

UN ESPACIO PARA LA REFLEXION: lo bueno del cine es que durante dos horas los problemás son de otro… Y hasta la próxima…