Si algo nos dejó la pandemia, fue un mundo de posibilidades y la prueba de que los seres humanos estamos preparados para saltar cualquier barrera.
Cuando el «lock-down» (aislamiento) se volvió el «nuevo normal» en la mayoría de los países del mundo, las redes sociales crecieron un 35% y el 60% de los emprendimientos (de todo tamaño) y estos se volcaron en ellas. Ya sea por primera vez, o reforzando su presencia. También creció el mito, de la mano de coaches, mentores y «new gurus», que alentaban a la sobreexposición y vitoreaban la acción de crecer en seguidores, como la única tabla de medida para el éxito.
Resultado de esto: emprendedores y vendedores quemados, corriendo detrás de cada tendencia existente, frustrados por no viralizarse como les era prometido. O viralizados, pero, aun así, sin lograr las ventas que deseaban o necesitaban. Muchos abandonaron el juego cuando se reabrió el comercio a la calle, y otros, en redes o en su principal medio de difusión, todavía navegando en las aguas de la tan anhelada viralización.
¿Cuánto sirve realmente «viralizarse» y tener los tan ansiados 15 minutos de fama? ¿Cuán importante es crecer en seguidores a fin de crecer en ventas?
Veámoslo con un ejemplo real. En 2019, la súper influencer y youtuber Arii, con una audiencia de casi tres millones en Instagram, firmó un contrato con una reconocida marca para lanzar su propia línea de indumentaria. Comenzarían por TShirts (playeras), y la meta era vender 36 unidades para confirmar el público y lanzarse a las grandes luces.
No logró vender la módica suma, y la marca retiró su oferta de continuar. Casi tres millones de seguidores y nadie, ni una persona, compró una sola TShirts. ¿Es esto normal? Si bien es un caso de estudio, en gran parte demuestra que no necesariamente hacen faltan miles ni millones de seguidores para tener un negocio rentable.
Afirmo esto desde la premisa: «Si le estás hablando a todo el mundo, entonces no le estás hablando a nadie».
En concreto, lo que sí llevará a triunfar con el negocio en las redes es una estrategia sólida, a mediano y largo plazo; un producto o servicio en el que confíes y sea de un valor agregado diferenciador; tener bien definido al cliente ideal y hablarle a él. Y, por supuesto, capacitarte constantemente, ya que vivimos en una era tecnológica donde, o encajamos, o nos volvemos obsoletos.
Emprender es una maratón de resistencia, no una carrera de velocidad. Llevará inversión, tiempo y esfuerzo, pero los resultados llegan siempre cuando hay determinación y estrategia. Cuidemos a nuestros clientes, y los nuevos interesados llegarán solos.